Capítulo 32. Cosas que pasan

Bueno, escribo rápido porque me tengo que ir a ver un capítulo de Flash.
La cosa es que el otro día estoy en un telo con una mina. No sé, la conocí esa noche en un bolichón medio oscuro, de mala muerte, y menos mal que de noche todos los gatos son pardos. Yo le debo haber parecido un nabo tanto como ella me resutaba indiferente. Pero los intereses comunes nos llevaron a esa habitación.
Lo paculiar del caso es que sólo quedan disponibles las temáticas. El azar nos lleva a una de superhéroes.
En un momento, mientras entramos y me voy sacando las zapatillas, levanto la vista y la veo mirando a Hulk gigante en la pared. Me dice: “¡Mirá el lomo que pegó Shrek!”.
En ese mismo momento lo sé. Al instante. Como un flechazo. Tengo que rectificar la situación. Ya no me importa nada más que esa afrenta. Quedaré como un payaso, un patán, pero esa piba va a salir diferenciando a Hulk de Shrek.
Así que agarro y le digo que Hulk es una bestia que destruye todo a su paso y que sale de Bruce Banner cuando éste se enoja. Y a medida que le digo eso, le voy haciendo la mímica. “Así, ¿ves?”, y le muestro la sequedad, la animalidad de los movimientos del Hulk. Empiezo a hacer sonidos guturales. Hasta le hago como gorila enojado que salta en el lugar y agita los brazos. Me rompo la remera como el Hulk de la serie de los 70. Me le acerco. La olisqueo. El pelo, la nariz, la boca, el cuello…
Si bien no es mi intención, está asustada. Le tiembla el cuerpo, los puños cerrados. En cuanto veo eso, me enderezo proponiéndome volver a ser el Dr. Jekyll. Pero su respiración aumenta, cada vez más rápida, más fuerte. Antes de que pueda decir algo, me baja los pantalones y me salta encima como una tigresa sobre una indefensa gacela de ojos tiernitos mientras me grita: “¡Haceme tuya, papi, que soy toda tu Fiona!”.

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Capítulo 31,5. Reporte 342

Yo sé que les interesa, no se preocupen. Acá va la actualización:
1) El film para la pantalla del celular aparentemente sólo viene “blindado”. Cuesta 350 pesos. Están locos: ¡¡alto guiso me hago con 350 pesos!!
2) Lo de esta mañana con el hisopo fue todo una falsa alarma: esta vez no se me metió ningún bicho en el oído. Tranquilos: ya pueden dormir tranquilos esta noche.
3) En un puestito de diarios vi una novedad: “El libro de las mil y una noches”. Ese título me hizo pensar lo peor, pero resultó ser una novelización del argumento de esa telenovela que no tiene nada que ver con la otra versión, ésa, la del año del pedo, con gente vieja, toda fuera de moda y fea y rara.
4) La puerca está en la pocilga y canta suavecito.

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Capítulo 30,55

A veces el mundo se me pone bizarro. Pero bizarro en serio, eh. Por ejemplo, hoy, caminando hacia mi casa por un nuevo camino, pasé por cinco gomerías/talleres, cuatro zapaterías, cuatro lavaderos de autos y una casa que vendía maniquíes. Sí, así de creepy. Estaba el vendedor entre su multitud de amiguitos silentes. También pasé por una veterinaria chiquita, chiquita que tenía una paloma con plumas tipo el cuello con nombre raro que tiene Cervantes en todos sus retratos.
Además, a veces el mundo se me pone bizarro. Pero bizarro en serio. Por ejemplo, no entiendo por qué ciertas cosas evidentes no fueron notadas por nadie antes. O, si lo fueron, cómo es que nunca me enteré de que se comentaba eso. Hoy todo pasó por lo inexplicable de que nadie se haya dado cuenta de una evidente realidad: el ADN se puso pajero cuando hizo a Florencia Bertotti y agarró un cacho que le había quedado de Arturo Puig.

Capítulo 30,5. El esperado álbum de fracasos (para los demás). Parte 1

(Cuento presentado al concurso federal de relatos cuya temática eran los héroes).

HÉROES

Nueve y media, dijo. Diez y diez son. Tarde a su propia fiesta, ¿qué te parece? Ni me acuerdo ya, la verdad, si las dos o tres veces que lo vi, también llegó tarde, pero esta vez sí que nos tiene a todos esperándolo, el tipo, eh. Con tanta gente y cámara y periodistucho dando vuelta allá en la puerta, ni ganas de venir tenía yo… Igual, sin cámaras tampoco te venía yo. Me lo fumo por mi señora, que me hinchó bien las bolas para que venga. Yo qué sé…; encima, a una cosa como ésta, si te invitan y no vas, te lo echan en cara, después, hasta el día que estirás la pata.
Lo que no entiendo es para qué me invitan a mí. ¿Qué carajo tengo yo que ver con el tipo este, el hermano de la señora de mi hermano?
Diez y veinte… Ahora sí alguno te va a decir que se quiere lucir con la llegada suya, eh…
Los infelices estos corren a la puerta, mirá. Ahí debe estar llegando. Yo me quedo del lado de acá; que se manejen ellos con los de afuera.
Ahí se baja de un BM con su mujer; de la mano bajan. ¡¿De dónde sacó éste un BM, si es un muerto de hambre, éste?! Le preguntan de todo al tipo. Si hizo algo especial por lo que va a pasar mañana, si habló con la familia de la chica, si lo conversó con su familia, si le deja algún mensaje a la piba, ¡si lo llamó el Papa!
¿Sabés qué pasa? Está todo bien, ¿viste?, pero éste es el mismo tipo que no fue ni capaz de cambiar una puta goma la vez esa del viaje a Mar del Plata, ¿y ahora es el héroe del mundo? ¿Y vos te pensás que quiso caminar el kilómetro hasta la estación mientras nosotros nos arreglábamos con lo que podíamos para cambiarla? ¡Un kilómetro era, eh! ¡No, olvidate! ¡Sentadito como un duque, el tipo! ¡Ahj, lo que es la gente, eh! ¡La gente!
Buen, debo tener como para veinte minutos más acá, media horita, hasta que entren; aprovecho y me clavo esos salamitos con queso antes del asado, que los ando pispeando desde hoy.
Yo qué sé, está bien que le suelte un poco la correa a la vanidad, ¿no? Como para despuntar el vicio, digo. Al fin y al cabo, mañana va a tener su gran día, el tipo. Mañana. Mañana va a ser la primera persona en intercambiar su vida por la de un muerto. Una muerta, mejor dicho.
Ah, ahí vienen.
—Héctor, Hectítor, querido. —Le doy un abrazo grande con cara de compungido.
—Gracias, Lucho. Y bueno… acá estamos… Mañana es mañana pero hoy es hoy.
—Claro. —Y sí, mañana vengo con el pan, papá, porque fiambrín va a haber. Je, je, je… Hablando de eso, estos salamines son un espectáculo, che. Le tengo que preguntar al viejo dónde los compró.

Lo que pasa es que ahora las cosas son así, ¿viste? De repente, lo que se hace es vender marcas, ¿me entendés? La tevé, sobre todo. Ayer era una mina que un famoso le afanó a otro famoso. La mina empezó a cotizar en bolsa, todos estaban repajeados con la tipa. No porque era la más bonita; porque la tevé te daba como… como hambre de ella, que si no, no te fijabas tanto. La hicieron una camiseta que todos los boluditos tenían que llevar puesta (y que se la llevó el más poron-guita). Que mirá cómo posó, que mirá cómo el viento le levantó la pollerita en esta foto…
Está bien, no te voy a decir que no tiene un papo que es un jamoncito del medio… Todo el mundo vio las fotos: ¿decime si no está para tomar una cuadra de carrera, saltar como en los juegos olímpicos y enterrarle bien la sombrilla de punta? Hubo una época que yo mismo me la cogía a la jabru pensando en ella hasta que me conseguí una que se parece que no te das ni cuenta la diferencia: je, je, je. El tema es que hay muchas más, mucho más jóvenes, seguro con conchitas más rosaditas y menos arrugas (qué rico néctar, eh)…
—No, yo, tinto, ¡tinto! Gracias, Julito.
Por ahí no es una mina, por ahí hoy es un celular; mañana, otra mina…; pasado, una música, yo qué sé… Hoy puede ser una pendeja muerta de quince años, y lo que te venden… lo que te hacen a vos pensar que vos querés, y un poco sí que lo querés, eh, ¡vamos!, es el morbo de que mataron y violaron, capaz, a una pendejita que los que están viendo la noticia seguro les gustaría haberse volteado, también, fija. Más vale: los tipos, muzarela y violín en bolsa… Ajaja. “No, no, ¡pero qué barbaridad! Somos todos señores muy respetables y decentes y cagamos ramitos de pétalos bien acicalados con IVA incluido”.
Ayer, ponele, el titular era —atendeme bien, eh—, era “Llevan las zapatillas de Lola a Montevideo”. Dicen que era para comparar huellas… ¿me vas a decir que no se avivaron que ayer era ¡5 de enero!, campeón?
—Vacío y otro pedacito de morcilla. No, ¿de la vasca tenés? Ahí va. Y la sal, ¿a dónde está la sal? Ah, una barbaridad, gracias.
Y ahora este tipo Héctor, mi concuñado, está metido en todo esto.
A Lola la mataron en Uruguay. Fue noticia de verano, todo el día, las fotos de la piba en eterno retorno por todas las pantallas. Nos indignamos, porque era una chica buena, y simpática, y linda, en la flor de la juventud, como le dicen. Le pidió permiso a la madrina para ir a leer a la playa. ¡Leer! Dentro de algunos días van a encontrar la mochila. Y el libro de Cortázar va a seguir adentro. Nunca dijeron qué libro era. Va a seguir al lado de sangre de hombre. Le van a hacer de esas pruebas de ADN y no va a saltar ninguno de los detenidos. Después se van a dar cuenta que fue un pibito que estaba de vacaciones ahí. A Lola la mataron y “Ah, ¡qué tragedia es eso!”; igual, mañana el currito se vence, ¿viste?, y hay que cambiarlo por otro que vence después, y como Lola se llevó a Benedict, y Benedict, a Melina, Charlie va a llevarse a Lola. Y a Charlie, un fiscal.
—Al flancito, Franchu, ¿le ponés crema y dulce de leche, y me lo traés de vuelta? Gracias, campeón.
Y los cagones estos, nadie te va a admitir que le devoran hasta el caracú de su cadáver tiernito y que lo penetran, lo desgarran con cada foto de la borrega que repiten, dale y dale que va. Todos caen en la misma bolsa, eh, ¡todos! También los que miramos y protestamos y nos pajeamos con la muerte. Acá no hay bandos. ¡Guarda!, está fenómeno para mí, eh, ¡yo no me quejo! Pero la verdad que yo sé que Lola nunca va a terminar su Cortázar.
Pero arriba el ánimo, ¡no todo está perdido! ¡Mi concuñado es el héroe de la historia! Mañana mismo Lola empieza a caminar de vuelta, ya vas a ver, vos.

—Bueno, familia, la verdad es que hoy las palabras sobran, me parece. Sí quiero que sepan que no tengo dudas de lo que voy a hacer. No puedo explicar por qué lo hago, pero me voy decidido. Si los fantasmas existen, no tengan dudas de que voy a volver para atormentarlos. Jajaja.
No, los fantasmas no existen, Hectítor.
—Los que quieran, me pueden acompañar mañana al hospital. Don Eduardo ya asignó lugares para que se queden a dormir acá. Lo bueno de todo esto es que María Luisa y yo nos salvamos de lavar los platos hoy, me parece, ¿no?

Tarará, lalalá, turu…
—Lucho… ¿Qué hacés? Buendía. Disculpame que te joda el desayuno, pero en un rato, ¿me podrás llevar vos? A tu hermano y a Juana ya los conocen los periodistas y no vamos a poder salir más. ¿Vamos con tu mujer y la mía, te parece?
—Sí, cómo no, Hectítor.
Turú, lala, pum… “Caminando voy…”… Salir es un quilombo, más vale.
—¡Qué locura! ¿Cómo vamos a salir así, si no dejan pasar el coche? Quieren la noticia, ¡pero no dejan que vayamos a hacerla!
—Ahora piso el pedal y salimos de acá, María Luisa. Agarro por el puente, ¿sabés? Así estas motos se tienen que ir atrás.
Turu, la, lan…“…por la vereda del sol…” lalá.
—Qué molestos que son sacándonos fotos adentro del auto, por Dios. ¿Qué mierda quieren encontrar?
—Graciela, cuidá el vocabulario, ¿querés, mujer?, no digas esas cosas en mi auto.
—Mari, ¿vos tenés la grabación, no?
—Sí, amor, acá tr…
—Ay, Lu, vamos muy rápido.
—Y sí, así las motos no nos alcanzan. Jeje. Tranquila, mujer. Jeje.
Turu, la, la, lan…
—Lucho, tu mujer tiene razón. Viene el puente: ¿por qué no bajás un poco? Aparte, no están cerca ya.
“Caminando voy…”, lalalá.
—¡¡Pará, Lu!! ¡¡Lucho, pará!! ¡¡¡Lucho!!!

Dos trompos, tres vueltas. El coche queda hecho un bandoneón seis metros abajo. Graciela y María Luisa están afuera del auto, lejos, seguras. Eso está bien. Se arrastraron hasta allá. La gente, los de las motos, seguro, las están ayudando.
—Lu, Héctor sigue en el auto, ¿me escuchás? ¡¡Héctor!! ¡Allá, en el auto!
—Sí, te escuchó, te escuchó, ¿no ves que ahí vuelve a buscarlo?
Tururú, tum… “Caminando voy…”.
—Ay, está como mareado…
—¡Ay, no! ¡¿Está muerto Héctor?! ¡¡¡Ay, no, no… no se mueve!!!
—No, ¿qué hace ahora? Si ya lo sacó, ¿para qué vuelve al auto?
—¿Eso es nafta, en el piso?
—¡¿Está inconsciente?!
“Por la vereda del sol…”, laralá…
—¡¡Lu!! ¡¡Volvé, Lu!! ¡Vení! Ay, por Dios, que no le pase nada…
—¿Qué trae en la mano?
—¡¡¡Ay, no, no, se está prendiendo fuego el auto!!!
—Señora, vamos a buscar a Héctor. Vamos, Rafa.
—¡Y al mío, tráiganme! ¡¡Ay, no!! ¡¡Ayúdenlo!! ¡¡Lu, mi amor!! ¡¡¡No, Lu, no!!!

Y… estoy muerto. ¿Qué me contás? Buen, la verdad que no. Son ellos los que mueren. “Qué extraña manera de estarse muertos” que tienen, ¿no?
Quiero, eh, quiero decirlo sin hablar de Poe, pero no me sale. Lo del ajedrez y las damas, digo. Eso que el bocho de una persona lo medís en los juegos esos. Je, cuando lo puso en el cuento, parecía que me había leído la cabeza. La mía o la del otro.
—Urgente, informamos las novedades del caso Lola.
Pero, buen, a mí me gustan las damas. Lo lindo es cuando vas haciendo que las fichas se pongan en el lugar que vos querés. Se van acomodando y después, lo único que falta es tu jugada. Y cuando movés, es como un dominó, van cayendo solitas. Es un arte, eh, no te creas…
—El procedimiento ha sido exitoso, y Lola se encuentra estable, todavía bajo cuidados intensivos, pero, de seguir así, en pocos días la trasladarían a una sala común. Se mostró profundamente agradecida y conmovida cuando le contaron que había recibido la vida de un voluntario.
Las cabezas irónicas la captan bien, al toque, casi todos, por eso me gustan. Pero al resto, ¡cómo se les pasan los detalles, mamita querida! Igual, yo me cuido como de cagarme encima, de dejar cabos sueltos, eh, pero casi nadie se avispa de mirar. “Así estamos…”, dicen después. ¡Ja!
—Recordemos que Héctor Villaverde había llegado inconsciente al hospital, pero todavía con signos vitales, por lo que se pudo realizar la transferencia. En este sentido, los médicos destacaron el rápido accionar y la valentía de los colegas que se encontraban en el lugar, quienes lo trasladaron rápidamente al nosocomio tras acercarse al auto en llamas para rescatarlo.
Otra cosa donde hay arte, que ellos no se dan cuenta, es cuando elegís las formas, la manera que van a pasar las cosas. No es lo mismo, ponele, yo qué sé, un tipo que se pegó un tiro, no es lo mismo en el corazón que un tirito en la cabeza con poca sangre, que no se dan cuenta al toque, y cuando lo agarran y lo intentan sentar, entre gritos y llantos, cuando le pasan la mano por la cabeza, la poquita sangre que salió por ahí, con el pelo que la bala desprendió, todo eso hace como un engrudo que es muy difícil sacar. Tenés que ver las caras de esa gente, el horror, de querer sacarse eso de la mano, la desesperación de no poder, como que le están enterrando más la bala al occiso ellos mismos, ajaja. Y más intentan, y menos pueden. ¡Los quinchitos que se van a hacer unos cuantos terapeutas, eh! Son esas guachadas finas, que a uno lo enroscan, ¿viste?, las que hacen todo más suculento… Jajaja. Y, bueno, ahí está el oficio, modestia aparte.
—Asimismo, ha trascendido en las últimas horas la existencia de un video que Villaverde le habría dejado a Lola para cuando ella recobrara la consciencia, el cual también habría sido rescatado de la zona del accidente por los colegas, gracias a la pronta y valiente acción del concuñado de Villaverde. Recordemos que sin la lúcida intervención de aquél, Villaverde habría muerto en el incendio, probablemente.
Yo, ahora, me toca sentarme con un whiskacho a ver cómo viene la mano, y aguantar.

—Lola, este video lo hice en privado porque te quiero dar algunos consejos… como si fueras mi hija.
”Ahora la vida va a cambiar para vos. La forma de sentir el mundo, de pensar… hasta el cuerpo te va a cambiar. Todo el mundo te va a mirar, muchos hombres van a querer acercarse, acariciarte tu pelo sedoso, acercarte desde tu cinturita, oler tu piel. Te vas a dar cuenta de que todos son mentirosos, canallas, bestias. Y mientras tanto, afuera, el mundo va a seguir pasando. Vas a tener responsabilidades, cargas, lamentos. Te vas a dar cuenta de que este mundo es un lugar abominable. Disculpame la franqueza. Guerras, muchos chicos muriéndose de hambre y unos pocos adultos limpiándose las partes con sus alimentos. El mundo es guarango, tan grosero… Negros, genios, gordos, feos, peludos, sexualidades que se escapan del cuadrito, pensadores: todos los raros perseguidos por no ser lo que en realidad nadie es. Es un mundo en el que agarrás lo que podés e intentás conservarlo.
”Y vos vas a estar ahí, en medio de una guerra a tripas en la que no sabés ni querés pelear, tratando de sobrevivir; saltando cadáveres que otros dejaron. Y vas a tener que proteger a tu familia como sea; porque sos el que se supone que tiene que hacerlo… Cuánto más fácil sería poder quedarte en tu casa, en un rincón de la batalla, a resguardo…
”Te doy mi vida, ahora, para que vos hagas.
”Sos muy especial, ¿sabés? No sé si lo hubiera hecho por otra. Aprovechá esto que te doy, chiquita. Agarralo con las dos manos y guardátelo bien.
Cuando pase todo esto, de cierta forma, voy a vivir en vos, adentro tuyo. Vos y yo nos vamos a unir en un aliento eterno, en un abrazo, en un beso sin fin.
Te amo, Lolita, mi amor.

¿Y? ¿Qué tul?… ¿Te imaginás la vida que le espera ahora a la pendeja? El primer tiempo va a ser una estrella. La van a seguir todo el día las cámaras. Que cómo va al colegio, que el bondi que toma, que lo que morfa, que los sueños que tiene… Así, todo el día. Va a salir con un famoso y a actuar o a cantar, ella, y vamos a ver todo el proceso, con lujo de detalles, las veinticuatro horas. La va a levantar en pala.
Por ahí esa es la vida que Hectítor eligió para ella. Pero es una buena vida, ¿no? Digo, ¿qué más se puede pedir? Tendría que estar agradecida la pendeja. ¿No?
¿Qué iba a querer: estudiar? ¿Para qué? Ahora tiene la vida resuelta. Y encima, algunos se quejan de esa vida. Si van de fiesta en fiesta, ¿de qué se quejan?
Pero no, Lola va a estar contenta. Aparte, la trajo un tipo bien recto como mi concuñado, ¿viste? Debe ser raro sentir que por las venas te corren pensamientos, sentimientos, secretos de un desconocido. Menos mal que Hectítor era un tipo sano; macanudo. ¿Y qué otro destino le queda a Lola, eh?, decime vos. Uno de nobleza (tiene a Héctor de guía), de sacrificio por las personas que de veras valen la pena, por las que se la jugaron toda en serio para salvarle la vida a otro sin segundas intenciones. Por los verdaderos héroes.
¿Ya te dije que me gusta jugar a las damas a mí?

—Ay, Dios mío, Lu, amor, ¿estás bien?
—Shhh, no digas esas cosas, ¿querés?

Capítulo 30. Epístola rota a los cocinandos

Querida salsa blanca:

¿Por qué todos se empeñan en sacarte sin grumos? ¿Por qué la proliferación (absurda ya, a esta altura) de secretitos y recetas? ¿Qué tienen de malo los grumos? No es que me apasionen particularmente los grumos, pero se nota que son parte de tu naturaleza; y por eso mismo (¡por eso mismo!) son bellos, divinas perlas y cósmicos relatos de tu ser. ¡Ah, cuánta belleza indecible, esos, tus corpúsculos de amor!

Tus grumos me vuelan más allá de las palabras (que quedan abajito, enroscadas), no porque sean grumos, sino porque son tuyos, amor.

brigadistas ardientes

Capítulo 29. Sin título 3

¿Viste Martín, mi amigo? Me mandó algo que escribió así, de una. La mandó con traducción:
Whether we laugh or cry,
all is recorded in the unspellable fabric
of motion and time.

Far, far across borders’ lips
plunging right beneath a god’s hangnail
in between the fuzzing mimics it lies.

It is the hard interjection by
the rippling meadows of silver and grey
of a lonely name
once oddly whistled
only to the sky.

(Riamos o lloremos,
todo es grabado en el indeletreable tejido
del movimiento y del tiempo.

Lejos, en la otra punta de los labios de las fronteras,
sumergiéndose justo debajo de la pielcita levantada en el costado de la uña de un dios,
entre las empañadas mímicas, yace.

Es la dura intersección junto a
las praderas ondeantes de gris y plateado
de un nombre solitario
alguna vez raramente silbado
solo al cielo).

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Capítulo 28. No coma si va a caminar

Se acercaba una pelirroja muy, muy bonita por calle 41. Tan linda estaba que doblé por esa calle para cruzármela. Y era así de linda como cuando espontáneamente a uno le sale regalarle todo el chipá que lleva. No es una metáfora guarra: había comprado recién un cuarto de chipá.
—Hola, ¿cómo estás? Disculpame, pero, ¿vos querrías compartir este chipá que acabo de comprar? ¿Te gusta el chipá? Te doy mi palabra de que no tiene nada raro; es más, si querés llevátelo y comelo en tu casa. Yo sé que está lleno de locos. A mi novia siempre le digo que… En todo caso, lo raro… bah, “raro”, no: inusual… lo inusual es que siendo el mundo como es, tan, tan choto, sólo tengo ganas de, por una vez, compartir algo rico con una extraña a la que no voy a volver a ver nunca más. Como un abrazo con el de la mesa vecina de un bar donde acaba de meter gol la selección en la final del mundo.
“Si me das unos segundas los saco de la mochila… Uh, dije “segundas”, jaja… Debería haber sido al revés, ¿no? Por algún motivo asocio más lo masculino a lo segundo. “Primero las damas”, por ahí es por eso… O por ahí es porque te dicen que van a misa pero están con dos flacos debajo de la cama y después te llaman para decirte “cobarde” y “pusilánime” e “inocuo”… Pero puede que ese sea sólo yo… “Primero las damas”… como en el Titanic: “Primero los niños y las damas”. Imaginate el Titanic hundiéndose hoy. Vos te irías en el bote salvavidas y yo me quedaría rodeado de machos arribita del barco. Pero no me siento yo un macho. También tenemos corazón, ¿sabés? ¿Cómo tendrían que decir si fuera hoy? “¿Primero los niños y todas aquellas personas que se autoperciban con una identidad femenina?”. ¡Ja, qué lío se les armaría hoy en día, eh! Tardarían más en el llamado que en llenar los botes. Les pasa por querer diferenciar. ¡Botes salvavidas para todo el mundo YA! Igual, dejando de lado el miedo, con completa honestidad, yo entraría en la categoría de niño, si fuera en cuanto a autopercepción”.
Ni siquiera recuerdo haberla mirado cuando debimos de cruzarnos, así de compenetrado iba. La pelirroja ya estaba a cuadra y media detrás de mí (o incluso más) cuando concluí mi perorata fantasiosa: la verbosidad precoz debe de ser otro de mis superpoderes.
Y ahora tengo ganas de tomar gaseosa: Fanta. Tengo chipá para acompañar.

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Capítulo 27. El trabajo digignifica

La entrevista de trabajo era en Buenos Aires. Y no era una entrevista cualquiera: era para un trabajo soñado: redactor creativo para las señales infantiles de Turner. ¡O sea que podía escribir para Cartoon Network, Boomerang y Tooncast! ¿Ya mencioné que no había dormido la noche anterior?
Así que viajé a Buenos Aires, a la entrevista, bien cambiadito, peinado como corresponde y con una carpeta de esas grandes, tipo la de los abogados, bajo el brazo. Me la iba cambiando de chivo en chivo porque los nervios me hacían traspirar mucho.
Llegué, dije el motivo por el que iba, me hicieron pasar, me hicieron sentar, me ofrecieron café, dije que no por la gastritis, me hicieron esperar y me tocó. Cuando pasé, fue raro. Deben ser esas pruebas que arman los psicólogos para ver desempeño en grupo y esas cosas. No creo que en este caso haya sido para ver cómo nos despeñábamos en grupo, sino que era algo distinto que todavía no sé bien qué era. En la salita éramos cinco. No, seis. Nos pidieron que dejáramos aparte los curriculum vitae que habíamos llevado, y en unas hojas en blanco que nos dieron, los escribiéramos de nuevo. Sin mirar, de memoria. Que escribiéramos lo que era importante para nosotros, entendí yo. Ésta es la transcripción del mío:

CV Mauro 001CV Mauro 002CV Mauro 003CV Mauro 004

En cualquier momento me llega el mail de respuesta. ¿Alguien duda de que haya quedado para el puesto?

malambo rusop